26. La casa del pintor Amárica

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      ANTES                                            (Fuente de las fotografías: www.recordandovitoria.wordpres.com)                                              AHORA
                                             
La contemplación de la casa y jardines que se ven en la fotografía despertará en muchos el recuerdo, añorando aquellos pavos reales que se podían ver a través de la verja de la finca de don Fernando de Amárica. 

Algunos recordarán la polémica entablada en su tiempo sobre si se había cumplido correctamente el testamento que había dejado el mencionado propietario de dicha finca, situada entre las calles Florida, Dato y Manuel Iradier. La casa había sido mandada construir por el abuelo del pintor en la segunda mitad del siglo XIX.



En efecto, el abuelo del pintor, Marcos de Amárica y Gómez de Sáseta, cuando todavía no existía la calle de la Estación, actual Dato, mandó construir una casa de campo en el barrio llamado de las Ánimas. Así nació la mansión que nos ocupa.

Al ver estas imágenes, más de uno habrá recordado la figura del pintor Fernando de Amárica que parecía, en pleno siglo XX, transportada de otra época, siempre vistiendo una capa y tocado con un sombrero de paja negra. Era Fernando hijo único que creció rodeado de comodidades. Siguiendo los consejos de su tío don Ramón Ortiz de Zárate, estudió la carrera de Derecho en la Universidad Literaria de Valladolid. El ilustre juriconsulto alavés tenía la ilusión de que su sobrino pudiera continuar la brillante trayectoria de su acreditado bufete. Pero ésta no era precisamente la idea de Fernando de Amárica que dejó escrito: “Si no hubiera muerto mi tío cuando yo empezaba la carrera, lo más probable es que no hubiese sido pintor”. 

A pesar de que, como se deduce, cursó la carrera más por obligación que por devoción, sus notas de sobresaliente y notable indican que era un estudiante aplicadísimo. Terminada la carrera, y no apeteciéndole su ejercicio se dedicó a lo que era su afición preferida: al arte de la pintura. Tras una larga vida, en la que también realizó trabajos literarios, murió el seis de noviembre de 1956 en la misma casa de la calle de Dato en la que había nacido noventa años antes.

Habiendo fallecido soltero, tuvo como voluntad legar su fortuna a la tierra que le vio nacer. Para ello, dejó establecido que a su muerte se crease una fundación con el nombre de su padre y el suyo propio que vendiese todos sus bienes, construyese un pabellón en la parte de la finca correspondiente a la confluencia de las calles Dato y Manuel Iradier para la exposición permanente de sus cuadros e invirtiese el dinero resultante de la operación en títulos de la Deuda Perpetua Interior para que con los intereses que se produjeran se pudieran realizar pensiones de retiro o vejez y becas de estudio. 

Realizada en 1958 la solicitud para la construcción del pabellón, el Ayuntamiento presidido por Luis Ibarra denegó la autorización por ir en contra de las ordenanzas de edificación de la zona. Ante esta negativa, se realizaron diversas gestiones con la Diputación presidida por Manuel de Aranegui, llegándose a un acuerdo en 1962 por el que la Fundación destinaba un millón de pesetas para que en tres salas de un nuevo pabellón adosado al Museo de Bellas Artes se exhibiera dicha obra pictórica. Dicha exposición permanente fue abierta en 1966. La finca fue vendida a Industrias del Motor, S.A., quien a su vez la vendió a la Caja de Ahorros Municipal. Ésta, en los muros que cerraban la finca colocó una placa que duró poco tiempo en la que se podía leer: “En homenaje a don Fernando de Amárica que donó este solar al pueblo de Vitoria para parque infantil”. Esta inscripción, que no se ajustaba a la realidad, hizo que al construirse los apartamentos se creyese que no se había cumplido la voluntad de Fernando de Amárica.

Como se desprende de la contemplación de la fotografía actual con la antigua, la plaza de Amárica actual es producto del derribo de edificaciones limítrofes y no, como muchos piensan, del propio solar de su finca, que está completamente construido. El nombre de plaza de Amárica se le dio en 1975. Años antes, en 1960, se había pensado dar ese nombre a una de las que se iban a abrir en la zona izquierda de la actual avenida de Gasteiz, concretamente en el lugar que ahora ocupa la plaza de Gerardo Armesto.

(Fuente del texto: www.recordandovitoria.wordpress.com)

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